La tarde que llegamos a St. Gallen nos recibió la nieve. Al día siguiente pudimos ver la ciudad como si fuera el escenario de un cuento, con sus fachadas medievales y sus tejados en punta cubiertos de blanco. Quizá por eso es una de las ciudades que más nos gustó de todo el viaje.

Para hablar de todo lo que nos fascinó de la abadía de St. Gallen necesitaríamos un podcast más largo que Blum. Visitar un lugar así de mágico fue una experiencia increíble cuyo relato han sufrido ya muchas de nuestras amistades. Pero es que no es para menos. Intentamos que Emma transmitiera la misma impresión al visitar la biblioteca de la abadía. Esta escena ni siquiera es indispensable para la trama, pero nos parecía imposible que Emma no la mencionara en su podcast. El patio cubierto de nieve, con el ruido de la fuente también nos pareció perfecto para la escena en la que Elías le habla de la sociedad de las Voces Dei. Y salvo esa sociedad, todo lo que mencionamos sobre la abadía —su historia, los códices con los neumas, los monjes irlandeses...— es real y lo descubrimos en la exposición que tienen allí. Es probablemente una de las visitas que más nos ayudó a dar forma a la historia.

Este funicular se toma desde el centro y te lleva a la parte más alta de la ciudad: un barrio residencial lleno de grandes casas con jardín. Tras caminar un poco por las calles empinadas, llegamos a la zona de los lagos artificiales Drei Weieren, donde situamos la escena de la persecución. Es una visita indispensable para disfrutar de unas vistas increíbles de St. Gallen y para comprobar lo cerca que las ciudades suizas están de los espacios naturales.